Roma Monumetal

Los pisos de dos o tres cabañas excavados en la roca en lo alto del Palatino y un sepulcro de humildes tumbas de tierra en los márgenes del Foro Romano son los “monumentos” más antiguos, visibles aún hoy en día, de lo que luego se convertiría en Roma. Entre las pequeñas aldeas surgidas sobre los cerros separadas por amplios pantanos, el poblado del Palatino controlaba el vado del Tíber y el antiquísimo mercado edificado en la ribera izquierda del río. Alrededor de él, entre el VIII y el VII siglo a.C., se concentraron los demás caseríos , creando con el tiempo la ciudad propiamente dicha.

En el curso del siglo VI a.C., la urbe ya se hallaba rodeada de murallas y protegida por una fortaleza que se erguía sobre el Capitolio, dotada de un muelle fluvial en el Tíber y de un centro comercial y político en el Foro, enriquecida con edificios públicos y santuarios (el principal era el templo de Júpiter Capitolino). En el siglo sucesivo también el Aventino entró a formar parte de la ciudad y en la primera mitad del siglo IV, después de la ruina causada por una correría de los Galos, una nueva muralla rodeaba un organismo urbano con una superficie de más de 400 hectáreas.

Después de la conquista del Oriente griego (II y I siglo a.C.), “barrios” enteros fueron creados o rehabilitados según los esquemas y modelos de las ciudades orientales: fueron adoptados estilos arquitectónicos griegos, como los pórticos públicos, e inventados nuevos tipos como las basílicas forenses. La aplicación racional y sistemática del arco y de la bóveda permitió realizar edificios más grandes y de mayor funcionalidad, como los pórticos comerciales del vasto barrio del Emporio al sur del Aventino. Entre los años 179 y 142 a.C., se llevaba a cabo el primer puente de fábrica sobre el Tíber ( Puente Emilio).
Así mismo, en el siglo II comenzó, con la construcción de grandes pórticos y templos, la urbanización del Campo Marcio que, en el siglo sucesivo con las construcciones de Pompeyo ( pórticos y teatro), se convirtió en la zona de expansión natural y más importante de la ciudad. En el siglo I a.C. la actividad urbanística y de construcción se convierte en un preciso programa político de los jefes de estado, desde Sila a Pompeyo y a César. De los grandes proyectos urbanísticos de César, sólo realizó después de su muerte la construcción de un nuevo Foro, lo que constituyó el comienzo de la creación del monumental complejo “administrativo” de los Foros imperiales. El sucesor de César, Augusto, completó los numerosos edificios que habían quedado por terminar ( como la Basílica Julia, el Teatro de Marcelo y la Curia), construyó otro Foro y diseminó en el Campo Marcio, también con la ayuda de sus colaboradores (el más importante fue Agripa) , monumentos públicos y privados: del Teatro de Balbo al Anfiteatro de Statilio Tauro, de las Termas de Agripa al primer Panteón, del Altar de la Paz al Reloj Solar, hasta el grandioso Mausoleo de la familia imperial.

El mismo Augusto, habiendo decidido vivir en el Palatino, determinó la sucesiva transformación del cerro en una única grandiosa residencia imperial. Después del terrible incendio del año 64 d.C., que arrasó gran parte de la ciudad, Nerón transformó amplias áreas gran parte del centro urbano en una villa grandiosa, la Domus Aurea, e inició una orgánica reconstrucción de la ciudad, que se cumplió sólo con los emperadores flavios, con la intensa actividad de Dominiciano y después de que Vespasiano y Tito, entre el 75 y el 80, habían erigido el edificio que se habría convertido en el símbolo de Roma: el Anfiteatro Flavio o Coliseo. El siglo II d.C marca el momento de la máxima expansión urbanística y edilicia de Roma. A aquella época se remontan las Termas y el Foro de Trajano, los grandiosos templos, entre ellos el de Venus y Roma, el nuevo Panteón, el Mausoleo de Adriano más allá del Tiber y las dos espectaculares columnas historiadas en forma de coclear. Mientras tanto, en la edilicia privada cobraban cada vez mayor importancia los caseríos de varios pisos (insulae) que formaban verdaderos “barrios”.

En el siglo II, a pesar de la construcción de las Termas de Caracala, se observa una disminución de las actividades. En el años 275 d.c., bajo la creciente amenaza de las bárbaros en las fronteras del imperio, Aureliano ordenó la construcción de un nuevo cerco de murallas urbanas, de 18 Km. De largo, que protegía la ciudad más grande, opulenta y monumental de todas las que se hubiesen visto jamás sobre la faz de la tierra. La actividad edilicia no cesó del todo; al contrario, con las Termas de Diocleciano y la Basílica de Majencio, inagurada por Constantino en el año 312, se añadieron otros dos excepcionales capítulos a la historia entonces ya más que milenaria de la arquitectura ramana. Poca después, en el año 315, el Arco erigido por el Senado en honor de Constantino y realizado con la reutilización de monumentos antigüos, constituirán el símbolo de una época ya cercana a la decadencia; el 11 de mayo del año 330 se inaguraró la “Nueva Roma”, Constantinópolis, a orillas del Bósforo, nueva capital del imperio.