Los Templos de Saturno y de la Concordia

Atribuido por la tradición a los últimos años de la edad regia o a los primeros de la República (498/7 a.C.), el Templo de Saturno se veneraba como uno de los santuarios más antiguos de Roma. El aspecto actual es el que le diera una restauración de fines del siglo III d.C. después de haber sufrido un incendio. En el interior de su alto podio, en un ambiente hecho a propósito, se hallaba guardado el Aerarium, o sea el tesoro del Estado.
A los pies del templo, Autusto dispuso edificar, en el año 20 a.C. la columna del Miliarium Aureum alrededor de la cual se hallaban indicadas con letras de bronce dorado las distancias entre Roma y las principales ciudades del imperio. En este mismo lugar, considerado el centro (umbilicus) de Roma, comenzaba el Clivo Capitolino que, siguiendo por la vía Sacra, subía al Capitolio hasta el templo de Júpiter, pasando por delante del Templo de Vespasiano y Tito, comenzado por Tito para honrar a su padre divinizado y dedicado también a él por su hermano y sucesor Domiciano, y el del pórtico de los Dioses Consintientes, donde se encontraban expuestas en seis parejas, las estatuas de las doce mayores divinidades el Olimpo.
Junto al Templo de Vespasiano se encontraba el Templo de la Concordia adosado al edificio del Tabularium, sede del archivo del Estado y atribuido a la fundación de Maro Furio Camilo quien, según se cree, lo había construido para recordar la pacificación realizada entre los patricios y pebleyos. Restaurado varias veces y finalmente reconstruido por Tiberio, este presentaba la particularidad de que su interior, con la celda precedida por un pronaos de seis columnas, estaba dispuesto en el sentido longitudinal. Los autores antiguos recordaban que ese templo guardaba numerosas obras de arte de autores célebres, especialmente griegos, que lo habían transformado en un verdadero "museo".
En ese lado, directamente asomada a la plaza se hallaba la tribuna de los Rostros, adornada con los espolones de bronce arrancados a las naves de los Volscos a fines del siglo IV a.C. Frente al templo de la Concordia, el Arco de Septimio Severo, construido en el año 202 d.C. por el Senado y el Pueblo Romano, conmemora el emperador que había extendido las fronteras del imperio hasta Mesopotamia.