Batalla de Adrianópolis
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Batalla de Adrianópolis
Fecha: 9 de agosto de 378 d.C.
Lugar: actual Edime, Turquía
En el año 376, el emperador romano Valente dió permiso a los visigodos para cruzar el Danubio y establecerse en el Imperio. Los visigodos buscaban refugio de los hunos, que iban arrasando en dirección oeste desde Asia central, mientras que los romanos esperaban que las zonas abandonadas se repoblasen con campesinos que pagarían impuestos y podrían engrosar sus ejércitos. La avaricia y la extorsión de los oficiales romanos al mando de la repoblación provocó que los visigos declararan la guerra al imperio.
Medallón de plata de Tréveris con un retrato de Valente de 367-375. Valente fue el hermano
menor del emperador Valentiniano I, y mejor economista que soldado.
Dos años más tarde, con los visigodos todavía por someter, decidió poner fin a la guerra personalmente. Reunió a 40.000 veteranos de infantería y una mezcla de caballería pesada, arqueros a caballo y exploradores árabes (en total, aproximadamente 20.000 hombres).
A principios de agosto, Valente se encontró con los visigodos en Tracia, cerca de la ciudad de Adrianápolis. Valente se sentía animado por las noticias de las victorias contra los bárbaros que le llegaban de Graciano, emperador de occidente, y de su general Sebastián. Además, sus exploradores le informaron de que el número de enemigos era muy inferior al que esperaban: aproximadamente 10.000 en total, y casi todos de infantería. Como si se tratase de confirmar su debilidad, el jefe visigodo Fritigerno se presentó ante Valente para pedirle la paz.
Confiado en la victoria, Valente despreció la oferta de Fritigerno. Aunque los consejeros del emperador le suplicaron que esperase a los refuerzos, Valente estaba decidido a someter al enemigo cuanto antes. El 9 de agosto de 378, Valente marchó desde Adrianópolis al lugar donde se enconraba el campamento visigodo de carros, o laager, en una cumbre situada a varias horas de camino. Los visigodos intentaron continuar con las negociaciones y prendieron fuego a los campos que rodaban la colina con el fin de retrasar la llegada de los romanos. Finalmente, la infatería romana, frustrada por el retraso, tomó las riendas del asunto y se decidió a atacar.
El primer asalto, sin coordinación, fué un fracaso, pero los romanos veteranos se reorganizaron en un abrir y cerrar de ojos y volvieron a intentarlo, todavía confiando en la victoria. En este punto de la batalla quedó clara la razón de los intentos de los visigodos de retrasar las cosas. La caballería pesada visigoda estaba fuera, tal vez en lagún asalto o saqueo. Y entoncese hizo acto de presencia en un devastador golpe a la moral romana: 50.000 hombres, en formación compacta.
A pesar de la tenaz defensa visigoda de su fuerte situado en lo alto de una colina y formado por carros,
los romanos confiaron en su victoria hasta la inesperada llegada de una numerosa caballería visigoda.
La caballería romana, totalmente superada, fue eliminada en el primer enfrentamiento. La nueva amenaza cogió desprevenida a la infantería. Su retirada colina abajo se convirtió en desbandada y derrota cuando los visigods atacaron al enemigo desde los carros. Así lo explica Marcelino:
"Entre el alboroto y la confusión, nuestra infantería se hallaba exhausta por el esfuerzo y el peligro, hasta quedarse sin fuerzas para luchar y sin voluntad para planificar. Sus lanzas estaban rotas por los impasctos incesantes, y por ello se decidieron a utilizar espadas. Con esllas atacaron las densas filas del enemigo. Fueron valientes hasta el suicidio, ya que no tenían ninguan esperanza de salvación. Se arrastraron en un terreno lleno de regueros de sangre, pues intentaban vender sus vidas lo más carasa posible...
Finalmente, sólo se veían montones de cadáveres".
La batalla de Adrianópolis, por Angus Mc. Bride, Osprey Editorial.
El general Sebastián murió intentando reorganizar a sus hombres. Cuenta la leyenda que Valente fue perseguido por la caballería visigoda hasta una granja y que los godos cerraron la casa y la quemaron con todo lo que había en su interior. No se sabe si relamente ocurrió así, pero no cabe dudad de que Valente murió en la batalla o inmediatamente después.
Fuel "el final de toda la humanidad, el final del mundo", se lamentó san Ambrosio . Amiano explica que sólo un tercio del ejército logró escapar, de manera que las bajas romanas se situaron en torno a los 40.000 hombres. Fue el mayor desastre militar romano desde Cannas, y uno del que el Imperio nunca se recuperaría.
El sarcófago Ludovisi muestra una batalla entre germanos y romanos. El romano a caballo
de la esquina superior derecha, con el brazo estirado se identificó como Hostiliano, hijo del emperador Decio, que murió en 251.
Lugar: actual Edime, Turquía
En el año 376, el emperador romano Valente dió permiso a los visigodos para cruzar el Danubio y establecerse en el Imperio. Los visigodos buscaban refugio de los hunos, que iban arrasando en dirección oeste desde Asia central, mientras que los romanos esperaban que las zonas abandonadas se repoblasen con campesinos que pagarían impuestos y podrían engrosar sus ejércitos. La avaricia y la extorsión de los oficiales romanos al mando de la repoblación provocó que los visigos declararan la guerra al imperio.
Medallón de plata de Tréveris con un retrato de Valente de 367-375. Valente fue el hermano
menor del emperador Valentiniano I, y mejor economista que soldado.
Dos años más tarde, con los visigodos todavía por someter, decidió poner fin a la guerra personalmente. Reunió a 40.000 veteranos de infantería y una mezcla de caballería pesada, arqueros a caballo y exploradores árabes (en total, aproximadamente 20.000 hombres).
A principios de agosto, Valente se encontró con los visigodos en Tracia, cerca de la ciudad de Adrianápolis. Valente se sentía animado por las noticias de las victorias contra los bárbaros que le llegaban de Graciano, emperador de occidente, y de su general Sebastián. Además, sus exploradores le informaron de que el número de enemigos era muy inferior al que esperaban: aproximadamente 10.000 en total, y casi todos de infantería. Como si se tratase de confirmar su debilidad, el jefe visigodo Fritigerno se presentó ante Valente para pedirle la paz.
Confiado en la victoria, Valente despreció la oferta de Fritigerno. Aunque los consejeros del emperador le suplicaron que esperase a los refuerzos, Valente estaba decidido a someter al enemigo cuanto antes. El 9 de agosto de 378, Valente marchó desde Adrianópolis al lugar donde se enconraba el campamento visigodo de carros, o laager, en una cumbre situada a varias horas de camino. Los visigodos intentaron continuar con las negociaciones y prendieron fuego a los campos que rodaban la colina con el fin de retrasar la llegada de los romanos. Finalmente, la infatería romana, frustrada por el retraso, tomó las riendas del asunto y se decidió a atacar.
El primer asalto, sin coordinación, fué un fracaso, pero los romanos veteranos se reorganizaron en un abrir y cerrar de ojos y volvieron a intentarlo, todavía confiando en la victoria. En este punto de la batalla quedó clara la razón de los intentos de los visigodos de retrasar las cosas. La caballería pesada visigoda estaba fuera, tal vez en lagún asalto o saqueo. Y entoncese hizo acto de presencia en un devastador golpe a la moral romana: 50.000 hombres, en formación compacta.
A pesar de la tenaz defensa visigoda de su fuerte situado en lo alto de una colina y formado por carros,
los romanos confiaron en su victoria hasta la inesperada llegada de una numerosa caballería visigoda.
La caballería romana, totalmente superada, fue eliminada en el primer enfrentamiento. La nueva amenaza cogió desprevenida a la infantería. Su retirada colina abajo se convirtió en desbandada y derrota cuando los visigods atacaron al enemigo desde los carros. Así lo explica Marcelino:
"Entre el alboroto y la confusión, nuestra infantería se hallaba exhausta por el esfuerzo y el peligro, hasta quedarse sin fuerzas para luchar y sin voluntad para planificar. Sus lanzas estaban rotas por los impasctos incesantes, y por ello se decidieron a utilizar espadas. Con esllas atacaron las densas filas del enemigo. Fueron valientes hasta el suicidio, ya que no tenían ninguan esperanza de salvación. Se arrastraron en un terreno lleno de regueros de sangre, pues intentaban vender sus vidas lo más carasa posible...
Finalmente, sólo se veían montones de cadáveres".
La batalla de Adrianópolis, por Angus Mc. Bride, Osprey Editorial.
El general Sebastián murió intentando reorganizar a sus hombres. Cuenta la leyenda que Valente fue perseguido por la caballería visigoda hasta una granja y que los godos cerraron la casa y la quemaron con todo lo que había en su interior. No se sabe si relamente ocurrió así, pero no cabe dudad de que Valente murió en la batalla o inmediatamente después.
Fuel "el final de toda la humanidad, el final del mundo", se lamentó san Ambrosio . Amiano explica que sólo un tercio del ejército logró escapar, de manera que las bajas romanas se situaron en torno a los 40.000 hombres. Fue el mayor desastre militar romano desde Cannas, y uno del que el Imperio nunca se recuperaría.
El sarcófago Ludovisi muestra una batalla entre germanos y romanos. El romano a caballo
de la esquina superior derecha, con el brazo estirado se identificó como Hostiliano, hijo del emperador Decio, que murió en 251.
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